¿A poco no les da flojera estar con una persona que se queja día y noche de todo?

Y cuando decimos todo es en verdad todo: el frío, el calor, la cabeza, la panza, la menopausia (aunque tengan 20 años)…  desgastante, ¿no?

Y no solo eso: malo para la salud.

Sí.  Y así lo explica claramente  Jessica Hullinger en un artículo sobre el experimento “Restricción de quejas”, donde nos explica que al quejarnos nuestro cerebro reacciona y libera las llamadas “hormonas del estrés”, sumamente nocivas para la salud. 

Porque chequen. Si estamos estresados el raciocinio se obstruye, no pensamos bien y por ende no resolvemos los problemas a cabalidad.

Complicado, ¿no?

Porque además nos sentimos cansados, se nos afecta la memoria, y se dañan conexiones neuronales.

En síntesis: ser negativo puede ser contagioso, porque la señal que estamos recibiendo es que todo está mal y terminamos quejándonos también, sin arreglar nada.

¡Qué fastidio!

Así que cuando llegue la comadre, la hermana, la vecina, o en tu oficina llegue don o doña “dolores”, mejor mantén la distancia aunque claro, esto no quiere decir que le des la espalda a todo el mundo si en algún momento alguien la pasa mal. Nos estamos refiriendo específicamente a aquellas personitas mal vibradas que solo al escuchar los “buenos días” sacan el “pliego quejatorio” un día sí y el otro también.

Ellas ya lo adoptaron como un modo de vida y no es bueno tenerlas siempre junto a nosotros. 

¿No creen?