De visita en la FIL Guadalajara, el novelista peruano-español habló en entrevista para Grupo Imagen sobre su más reciente novela: Tiempos recios (Alfaguara, 2019).

Mario Vargas Llosa está aquí, en Guadalajara, ¿qué tal su estancia en México?

Muy buena siempre, como siempre, sobre todo en Guadalajara. Sobre la Feria del Libro, creo que nada resulta tan estimulante para un escritor que ver a esa cantidad de gente joven detrás de los libros, haciendo cola para asistir a todas las presentaciones; es una atmósfera muy estimulante. Creo que ese esfuerzo hay que agradecérselo muchísimo a México…

Pocas plumas como la suya para convertirse en motores, anzuelos y en bombas molotov para el pensamiento colectivo…

Pues no sé si la comparación con bombas me estimula o me desmoraliza… Pero creo que la literatura ayuda muchísimo a entender mejor la realidad, a tener una visión más compleja, más controvertida del mundo tal como es.

Tiempos recios va al pasado para hablarnos del presente…

Efectivamente. Hay una lección que aprender del tema de esta novela: que no deben prevalecer las mentiras sobre las verdades, creo que lo que ocurrió en Guatemala en los años 50, con el gobierno del coronel Árbenz fue sobre todo porque la mentira prevaleció, fue más importante que la verdad y se convirtió en una verdad. Eso produjo unos cambios históricos que yo creo que fueron trágicos para Centroamérica y lo general, para América Latina…

En efecto, habla de una forma u otra de fake news. Hace años ya las había.

Efectivamente, en esa época no existía el término. Hoy día está de moda. Sabemos que las mentiras en muchos casos prevalecieron sobre las verdades a través del periodismo. Pero en esa época no se sabía. Sin embargo, lo que ocurrió con la caída de un gobierno democrático surgido de elecciones limpias, el de Jacobo Árbenz, fue que hubo una movilización fundamentalmente periodística para presentar a esa democracia como un caballo de Troya de la Unión Soviética. Se dijo que la URSS estaba convirtiendo a Guatemala en una cabecera de playa, desde la cual iba a tomar el Canal de Panamá, algo que no tenía confirmación en los hechos, y sin embargo el gobierno de Árbenz cae, lo reemplaza una dictadura y hasta relativamente hace poco que Guatemala ha vivido dictadura tras dictadura que ha causado un enorme daño en ese país…

Al leer Tiempos recios, yo pensaba que desde el periodismo, los textos religiosos, y ahora desde las redes sociales, se puede construir una realidad alternativa.

Eso es terrible. Efectivamente, realidades alternativas que provocan, además, hechos de tipo político, social y cultural tremendamente negativos. Por eso es que es muy importante que en esta época, que somos conscientes de lo que significan las fake news y las consecuencias que tienen para una sociedad, que defendamos la libertad de expresión, que defendamos un periodismo realmente libre y, sobre todo, responsable, que sea capaz de enfrentarse a las mentiras con verdades que prevalezcan siempre sobre ellas…

La novela nos alerta sobre los peligros que enfrenta la democracia hoy en día…

Es una realidad: la libertad también abre el camino no sólo a la gente moral, sino también a la gente inmoral, a la gente que quiere hacer daño, a la que defiende intereses privados sobre los comunes. Por eso es muy importante que haya una libertad que permita derrotar a las mentiras. Sabemos que las democracias muchas veces se equivocan, pero el sistema democrático es corregible, es un sistema que puede, utilizando los instrumentos que existen en él, superar las cosas negativas; por ejemplo, la corrupción que hace tanto daño las democracias, pero por lo menos es una corrupción que puede combatirse porque es visible; en las dictaduras hay corrupción y a veces más que en las democracias, y sin embargo no es visible, pues hay una censura estricta que impide que eso llegue al gran público.

Una corrupción que, en la novela, tuvo su grado de villanía por parte de una transnacional, la United Fruit, y también de la CIA. Es la primera vez que vemos a estos jugadores en la literatura de Vargas Llosa.

Es una compañía que llegaba a ser mucho más importante que los gobiernos de los países en los que operaba. Y entonces, esa desproporción es lo que fundamentalmente juega en su favor. Es curioso, porque la compañía tiene su gran victoria con el derrocamiento del presidente Árbenz en Guatemala; sin embargo, quien gana esta guerra es una compañía que está a punto de desaparecer, que tiene líos internos tan serios que entra claramente en un proceso de descomposición.

Por momentos en el mundo parece que vivimos un nuevo capítulo de la Guerra Fría. No de la de entonces, pero tiene componentes muy similares.

Sí, fue una guerra contra el comunismo que prácticamente ha desaparecido y en buena parte del mundo. Hoy existen gobiernos autoritarios, pero el comunismo como tal que llegó a cubrir buena parte del mundo. Fue el mayor desafío que tuvo la cultura democrática. Eso prácticamente ya no existe hoy. A no ser que alguien pueda creer que países como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Corea del Norte son modelos para los países que quieren salir del subdesarrollo. Realmente son dictaduras muy empobrecidas. Lo que sí tiene mucha vigencia en el mundo son los populismos, desgraciadamente. El populismo y el nacionalismo, el racismo, el supremacismo. Todas estas enfermedades tradicionales de la democracia son los grandes enemigos que tienen los sistemas democráticos y hay que combatirlos con la misma convicción y firmeza como combatimos antes el comunismo.

¿Cuál es el antídoto para esas expresiones extremistas en la democracia?

Crear sociedades con las que no haya enormes injusticias que hoy arrastran las democracias. En América Latina, por ejemplo, y en el tercer mundo en general, existen desigualdades gigantescas. Es muy difícil que el grueso de la población se sienta satisfecha y no escapen como están escapando en tantos países, sobre todo del tercer mundo, creando un problema muy serio al primer mundo. Eso es uno de los grandes retos de nuestro tiempo que no existía hace 20 o 30 años.

Y cuando empiezan a reducir esa brecha, a la que Vargas Llosa se refiere en esta entrevista, de repente viene la tentación de perpetuarse en el poder…

Exactamente, y eso hay que combatirlo.

Pienso en nuestro huésped en México, Evo Morales, expresidente de Bolivia.

Ninguna dictadura tiene, al final, la razón. Todas las dictaduras, incluso aquellas que aparecen en un primer momento reformar las cosas en el buen sentido, al final terminan distorsionando enteramente las instituciones y siguen cometiendo los delitos que cometen siempre los regímenes que se perpetúan: las injusticias, los atropellos. Si uno quiere quedarse en el poder en contra de las leyes, al final termina violentando las leyes y cometiendo injusticias terribles. Por eso creo que el sistema democrático debería salir reforzado de esta crisis. Hoy en América Latina tenemos muchas democracias. Probablemente nunca hemos tenido tantas democracias, pero son democracias que están afectadas por el fenómeno de la corrupción, a la que hay que combatir de una manera muy resuelta y muy responsable sabiendo que la democracia no sobrevive a la corrupción.

Cuando leía Tiempos recios pensaba en el caso de (la empresa brasileña) Odebrecht, que consumió a casi a todos los gobiernos de América Latina, ¿no?

Así es, efectivamente. Llegó a crear una especie de “Ministerio de la Corrupción”, que se encargaba de comprar presidentes, de comprar primeros ministros, de comprar altos funcionarios. Creo que lo ocurrido con Odebrecht es extraordinariamente estimulante y esclarecedor para quienes quieren que las instituciones funcionen y que las empresas no se desnaturalicen de lo que debe ser el funcionamiento de una empresa dentro de una sociedad. Clarísimamente, Odebrecht representa todo lo que las empresas no deben ser. Entonces, creo que debemos ser muy conscientes de eso e impedir que nuestros países haya pequeños Odebrecht.

Seguramente le habrán dicho que esta novela, Tiempos recios, es de las mejores que ha escrito y publicado en toda su vida…

Bueno, espero que sea cierto. Ojalá sea así…

¿Y qué piensa Mario Vargas Llosa?

Yo no tengo suficiente distancia como para juzgar de una manera objetiva cuál es el valor de mis novelas. Yo creo que ningún novelista la tiene. Nosotros no podemos diferenciar aquello que hicimos de aquello que quisimos hacer. Ambas cosas se confunden y entonces es el público fundamentalmente quien debe juzgar. Yo pienso siempre en el autor de una novela que yo admiro muchísimo, que es Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Escribió a lo largo de su vida una novela que es El Gatopardo. La rechazaron siete editoriales italianas, las mejores, y entonces, él debió morir con una enorme sensación de frustración, convencido de que era un mal escritor, y sin embargo después de su muerte esa novela ha sido la más leída en Italia, y quizá una de las novelas más leídas en el mundo. Creo que cualquiera que la lee sabe que es una obra maestra absoluta, una de las grandes novelas que se han escrito, lo que es terrible, lo que es tristísimo, es que el autor nunca se enteró…

Y eso es materia de una novela, también esta historia sería materia de una novela… ¿Se pueden poner más recios los tiempos que vivimos, Mario Vargas Llosa?

Sí, yo creo que siempre pueden ser peores de lo que son. Creo que también debemos ser conscientes de eso. Si no hacemos las reformas debidas, nuestros sistemas pueden seguir empeorando. No hay límites para la destrucción. Creo que la historia, en ese sentido, es bastante elocuente, pero, digamos, a lo que creo que no debemos sucumbir es al pesimismo, ¿no? Creo que ese pesimismo es muy malo, es muy negativo. El pesimismo siempre es paralizante. Creo que en eso, un gran filósofo de la libertad como Karl Popper, tenía razón cuando decía: “sí, las cosas andan mal, pero nunca hemos estado mejor”. Nunca el mundo ha estado mejor de lo que está en este momento. Creo que eso es una fuente de estímulo para quienes tienden a sentirse pesimistas por el mal estado de las cosas en el mundo.

Fuente: excelsior.