La renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaria de Hacienda y el ascenso del Canciller Marcelo Ebrard como coordinador de la política migratoria del gobierno mexicano son expresiones del mismo síntoma: el gobierno del presidente López Obrador tiene serios problemas para operar de manera eficiente. Esta situación llevo al primero a renunciar y al segundo a concentrar más funciones y poder. ¿Qué explica que Ebrard haya tenido más margen de maniobra que Urzúa para asumir el liderazgo de sus temas? Aquí adelanto cuatro hipótesis.

  1. El origen de la amenaza: Ebrard respondió a una amenaza del socio comercial más importante y poderoso de México al que AMLO no podía controlar. Los recursos preferidos del presidente, el discurso y la movilización social, no habrían impedido que Estados Unidos impusiera las primeras medidas arancelarias contra México en junio pasado. El control lo tenía Trump y el reto estaba hecho a la medida del Canciller Ebrard. En cambio, los retos de Urzúa eran de índole interna y competía con otros funcionarios cercanos a AMLO por influencia en decisiones económicas. Las preocupaciones de Urzúa sobre el impacto de las políticas públicas no tenían la simpatía presidencial. El margen de maniobra de Ebrard era amplio, el de Urzúa muy acotado.
  2. Las prioridades presidenciales: el claro que el presidente ha renunciado a tener una participación activa en la definición y ejecución de la política exterior de México y ha dado al Canciller Ebrard amplia libertad de acción. La prioridad de AMLO son las políticas sociales y la recuperación de la viabilidad económica de Pemex y CFE que involucran a muchos miembros del gabinete y que viabilidad converge en la lucha por el presupuesto que controla Hacienda. Mientras que Ebrard trabaja sin interferencias, Urzúa era el blanco constante de presiones desde todos los flancos.
  3. Alineación de intereses: a pesar de que las decisiones migratorias contradicen el ideario de López Obrador, el Canciller Ebrard ha sido capaz de comunicar que las acciones del gobierno son congruentes y necesarias y ha protegido al presidente con relativa efectividad de críticas de líderes de la izquierda como Porfirio Muñoz Ledo. También ha evitado abanderar causas de empresas y gobiernos extranjeros que lo podrían confrontar con otros miembros del gabinete y con el presidente. Como revela en su carta de renuncia, Urzúa era ya un secretario incómodo que se oponía a decisiones de políticas públicas que el presidente respaldaba y que son fundamentales para el cambio de régimen que desea llevar a cabo.
  4. El poder para resolver problemas: el presidente considera que el poder es para resolver problemas y si se concentra las soluciones son más rápidas. Ante la amenaza de aranceles de Trump, sólo se podía asegurar que el gobierno diera los resultados necesarios si se concentraba la coordinación de los esfuerzos de varias dependencias de gobierno (Gobernación, Bienestar, Guardia Nacional) en una sola persona, eficiente y cercana al presidente, como Ebrard. En cambio, a pesar de los indicadores en declive AMLO no acepta que haya un problema económico. En consecuencia, Urzúa careció de argumentos para convencer al presidente de que era necesario terminar con luchas y presiones de grupos dentro del gobierno y dar al Secretario de Hacienda el mando inobjetable en las decisiones económicas.

Por razones diferentes, el fortalecimiento de Ebrard y la salida de Urzúa exponen las limitaciones del gobierno; la desorganización y lucha de facciones erosiona su efectividad. El presidente tiene ideas fijas, escucha a quienes saben vender sus proyectos con argumentos que se adecuan a su narrativa y sólo se le persuade de modificar el un curso de acción cuando la amenaza externa es inminente. Para quienes desean un cambio económico, la única forma de que el presidente considere que el rumbo es equivocado depende de que la paridad peso-dólar se deteriore, la inversión extranjera se reduzca drásticamente y el costo de los créditos internacionales se encarezca. Mientras tanto es probable que continuemos viendo la misma dinámica: una constante concentración de poder e influencia de pocas figuras alrededor del presidente y una lista creciente de renuncias de los excluidos.

 

 

 

 

 

Fuente: Forbes.